Monday, August 28, 2017

Vuelta


            Vuelta-like many words in Spanish, this one can have a wide variety of translations: spin, lap, round, or turn, to name a few. However, one of the translations of this word has hung heavier on my heart recently: return. The phrase dar una vuelta, which would literally translate to “to give a turn”, is often used to say “go on a stroll/walk”. As in any language, there are multiple ways to express the same idea: caminar, andar, pasear are some of the different ways to express the idea of walking/strolling. However, the phrase dar una vuelta has always implied to me the idea of going out, but eventually returning back to the place where you began. Coming home.
            
           My last few days in Mexico were spent with my fellow YAGM-Mexico volunteers and our country coordinators in the Lutheran Center in Mexico City-literally coming full circle and finishing our year where we first began. We spend our days reflecting on our year, processing our experiences, enjoying each other’s company, and thinking about how we wanted to carry what we have learned into our next experience. During this time, we talked about the concepts of “the homeland”, “the wonderland”, and “the newfoundland” (not to be confused with Newfoundland, Canada). “The homeland”, as Lindsay explained to us, is exactly that: home. The context, families, experiences, and cultures from which we come from. “The wonderland” is the new place, context, and culture to which we go, whether it is a new city, state, or country. “The newfoundland” is the place we return to eventually, as our time in “the wonderland” is not permanent. It would naturally be assumed that “the newfoundland” is the same as “the homeland”. However, as much as we would like it to be, our homelands will never be the same, because the people and places that make them have changed in our absence. To the same respect, “the newfoundland” can seem so jarringly different, because we have changed so dramatically and are not the same people we were when we left.
             
            The YAGM staff have encouraged us to embrace this liminal space we find ourselves in-the feeling of being “betwixt and between”. I have been back in North Carolina for a little over two weeks, and feel stretched between two different worlds, communities and cultures, with one foot firmly planted in the rich, damp, North Carolina soil, and another back urban jungle of Mexico City. Although I am happy to be back with family and friends and there are things about my life Mexico that I do not miss (the traffic, the smog, spending multiple hours a day in the metro), my heart physically aches thinking of my host dads, my church, my coworkers, the taste of tacos al pastor with a Coke in the street, the heat of a room filled with salsa dancers, the ebbs and flows of Spanish, and the small corner of the crazy city where God gave me a home. This ache is the price that is paid for having loved ones in places where you are not. Part of me knows this ache will fade, as time passes, life moves on, and memories become more distant.


           Part of me hopes it doesn’t. 

Monday, June 12, 2017

"La familia no nace, se construye"

Queridxs amigxs,

¡Saludos desde mi último mes en la Ciudad de México! No hay palabras suficientes para describir la mezcla de emociones que siento mientras veo la fecha de mi regreso a EEUU acercándose más y más; emoción, pánico, temor, cansancio y gozo, pero sobre todo, una tristeza muy agridulce, tristeza de saber que esta experiencia tan transformadora como todas las cosas buenas en la vida, se está acabando. Nos dijeron que este año iba a ser el año más rápido de nuestras vidas y tenían toda la razón.

Mientras  navego en estas emociones, trato de enfocarme en estar lo más presente posible, de enfocarme en todos los detalles pequeños que voy a extrañar tanto en un par de semanas; hablar con el vendedor de jugos y licuados enfrente de mi oficina,  la luz del atardecer en las paredes blancas y amarillas de mi barrio, los gritos de los vendedores de periódicos en las calles, hablar con mi amiga Anabel mientras desayuno fruta cuando llego a la oficina del CEE, el sonido de las risas de mis papás y la variedad de olores en la ciudad.

En los últimos momentos de cualquier experiencia es importante, mientras encuentres el balance entre la nostalgia, la sentimentalidad y estar presente, tomar algunos momentos para reflexionar y decirles a tus seres más queridos lo mucho que te importan. Hace un par de semanas tuve la oportunidad de tener un momento así, cuando mi amigo Carlos, que es colega de otro voluntario de YAGM, me habló sobre la posibilidad de platicar con Nef, Danny y yo sobre nuestra experiencia de ser una familia este año. La entrevista resultó ser uno de mis momentos favoritos de este año, pero, primero, un poquito de contexto.

Cuando supe que iba a vivir con Nef y Danny, supe que iba a ser una experiencia especial. Mientras algunos de los otros voluntarios en nuestro grupo viven con familias más grandes, en contextos menos urbanos, vivo con una familia muy pequeña en una de las ciudades más grandes del mundo. Como alguien que viene de una familia heterosexual, me preguntaba ¿cómo iba a ser la dinámica de vivir con una pareja gay? especialmente una tan joven, no sabía mucho de ellos, ni ellos mucho de mí, y ellos sólo supieron con dos semanas de anticipación que iba a vivir con ellos, cuando los conocí, me sentía nerviosa y emocionada, con esperanza de todo lo que iba a resultar de este año.





Pensando en ese momento, casi 10 meses después, me siento muy celosa de aquella Maddie, de todo el tiempo que ella tiene, de todos los momentos que la esperan, porque en ese momento, cuando Nef me vió por la primera vez y me dió el abrazo más fuerte de mi vida, no podía haber imaginado todo el gozo y amor que me estaba esperando este año, que fuéramos a llegar a ser la familia que somos.; de verdad, no podía haber pedido tener mejores papás. Nef y Danny son dos personas muy lindas, sabías, cálidas, fuertes, amables, y generosas, ellos nunca han “conocido a un desconocido”.

           Ellos me han redefinido mi concepto de la hospitalidad; son muy trabajadores y determinados, manejan jornadas muy duras y siempre con una actitud muy positiva, sabiendo que están un pasito más cerca a conseguir sus sueños. Me han recibido como hija, me han abrazado mientras lloro y me han aconsejado mientras pienso en decisiones personales y profesionales, me han hecho reír tanto que casi hice pipí en mis pantalones, me han sorprendido con una fiesta para mi cumple, me ayudaron a ponerme hielo cuando me hice tanto daño a mi espalda que casi no podía caminar y ellos han sido pilares de apoyo y gozo. Verlos siempre es la mejor parte de mi día,  les agradezco mucho por compartir sus vidas conmigo y recibirme como parte de su familia. Estoy muy orgullosa de ellos, y orgullosa de ser su hija, son mis héroes en México.




Tener la oportunidad de reflexionar formalmente en nuestro año juntos y en todos los momentos cotidianos, pero sagrados, es algo que siempre guardaré en mi corazón. Aquí les comparto la entrevista y espero que les guste tanto como a mi la experiencia. Las despedidas nunca son fáciles y yo sé que voy a ser inconsolable cuando llegue el día de despedirme de todos mis amigos pero especialmente, de mis dos más queridos. Les pido oraciones por la fuerza y acción de gracias, por todos el amor que he recibido este año, pero especialmente por mis papás y la familia que me han dado.  


Maddie y sus dos papás: La familia no nace, se construye.
Por Carlos Díaz

“La familia no esta definida por el color, la raza o nacionalidad”. Así detalla Maddie  su nuevo núcleo familiar en México. Su llegada a la vida de Neftalí y Daniel ha venido a re-significar el concepto de familia para esta pareja homosexual y a ponerlos en una situación en la que el  ejercicio de su paternidad, les deja nuevas sensaciones en la experiencia de vivirse como compañeros de vida.

En México, de acuerdo a la revisión del Censo de Población y Vivienda de 2010, realizado por Cecilia Rabell, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, y Edith Guitiérrez, de El Colegio de México,  estimó que existen 229 mil 7773 hogares conformados por parejas del mismo sexo, de los cuáles 172 mil 433 son nucleares, es decir,  tienen hijos e hijas.

La familia que ahora conforman Maddie, Neftalí y Daniel incrementan esta cifra, sin embargo, en breve dejará de existir. No porque los lazos de afectividad y compromiso emocional se rompan, sino porque la “niña”—como la pareja le llama a Maddie—regresa a su primer hogar en Estados Unidos.

Padres de acogida: la niña llega a casa

Llegar a ser padres temporales, para Neftalí y Daniel,  fue una oportunidad inesperada, pero aceptada de mutuo acuerdo y con alegría. La llegada de esta nueva integrante, les permitió experimentar otra dinámica familiar que implicó, primero, reorganizar sus tiempos, aún cuando ambos cuentan con una agenda laboral complicada. También, tuvieron que superar barreras que envuelven la diferencia de idioma, cultura y género.

Maddie, quien tiene 23 años, llegó a México a través de un programa para líderes jóvenes que realizan misiones globales en países en vías de desarrollo, el cual es auspiciado por una institución religiosa, de corte protestante, en Estados Unidos.  La congregación religiosa a la que “Nef” y “Dany”—como Maddie les dice de cariño— pertenecen, forma parte de la red de iglesias, en Latinoamérica, que tienen vínculo con el programa en el que su “hija de acogida” se encuentra. La dinámica de inmersión a la comunidad y cultura del país que visitan, introduce a los jóvenes misioneros a un nuevo núcleo familiar que les provea, no sólo un espacio físico para vivir, también acompañamiento, atención y afecto.  Además, integrarse a una familia, en este caso mexicana, les permite ampliar sus conocimientos y experiencia respecto a cómo se vive en el país, sus tradiciones, cultura e idiosincrasia. Es decir, realizar una inmersión lo menos superficial posible del país en el que se encuentra.  

“Ser considerados para recibir a una joven, al igual que lo hacen otras familias heterosexuales de la congregación, fue para nosotros el reconocimiento al interior de nuestra comunidad religiosa como familia. Es decir, para ellos no éramos sólo una pareja, sino una familia que puede alojar, cuidar y proveer de afecto a un nuevo integrante, en este caso a una hija”, comenta Neftalí.



Vivir entre dos modelos de familia

Cuando conocí a la historia de Maddie , y sus padres homosexuales, resultó inevitable cuestionar cómo operaba en ella el concepto de familia desde dos ángulos: hetero y homoparental, qué diferencias reconocía en ambas y cómo se vive siendo hija de una pareja homosexual en un país con un población, en su mayoría, machista, homofóbica y misógina como la mexicana.

Maddie, como sucede en la vida de todos los hijos e hijas, no escogió su familia mexicana. Su llegada a la vida de Neftalí y Daniel fue fortuita. Durante el proceso de colocación, por parte de quien coordina la estancia de los jóvenes misioneros en México, a ella y a sus compañeros de misión se les notificó que existía la posibilidad de que alguno fuese alojado por una familia homoparental. Ninguno tuvo oposición, pero Maddie—cuenta—supo desde ese momento que ella sería la hija temporal de dicha familia. Y así fue.

Al preguntarle a Maddie cómo tomaron sus padres heterosexuales la idea de que ella viviese con una familia homoparental, su respuesta es clara: “No tuvieron ningún problema con eso”.  Por el contrario, comenta que su familia, así como la congregación religiosa a la que pertenece en Estados Unidos, son del ala más progresista del protestantismo de aquel país, al grado de ordenar a mujeres como ministras, reconocer y aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo, así como la identidad de las personas trans.

Por otra parte, su vida en México tampoco ha tenido un panorama negativo. Afortunadamente, el entorno que la rodea respeta y acepta este nuevo modelo familiar. Aunque, es inevitable que en ocasiones tenga que especificar que al decir: “Vivo con mis padres”, las personas entiendan que vive con dos padres y no con un padre y una madre, como en México solemos asumir cuando escuchamos la palabra “Padres”. Este hecho que pudiera verse insignificativo, por el contrario es muestra de la invisibilidad que, aún, cubre a las familias homoparentales, en específico, a los hombres, quienes generalmente son vistos como incapaces de cuidar y hacerse responsable de la crianza en un hijo (a).

¿Qué diferencias encuentras en tu familia heterosexual de Estados Unidos y tu familia homoparental en México? Le cuestiono a Maddie. Ella sonríe. Sus padres también. En términos generales responde que la diferencia, evidentemente, en un aspecto físico es la ausencia de su madre. Sin embargo, a nivel emocional y afectivo no encuentra un cambio significativo en relación con sus dos familias. No obstante, es puntual en aclarar que la relación que establece con sus padres mexicanos no está basada desde una perspectiva heteronormativa. Es decir, no asume a uno como “papá” y a otro como “mamá”. Aunque, reconoce que ve en ellos características de sus padres biológicos, por ejemplo: el carácter reservado de “Dany” y lo extrovertido que puede llegar a ser “Nef”. Por otra parte, el hecho de que Neftalí y Daniel sean unos hombres jóvenes, reduce la brecha generacional con su hija, lo que le da a Maddie un mayor margen de libertad a la hora de hablar de temas que, como mujer joven, le interesan. Así, su relación padres e hija, tiene esa posibilidad de llevarla al terreno de la amistad.

Lo anterior, no exenta a Neftalí y Daniel de asumir precauciones como todos los padres. Aunque, afirman que no agobian a su “niña” con reglas extremas, si la han provisto de una serie de consejos y estrategias para que cuide su integridad física. Sobretodo, por su condición de extranjera y mujer.

Neftalí reconoce que desearía ofrecerle a Maddie más tiempo de lo que su agenda laboral y académica le permite, pero enfatiza que el tiempo que pasa con ella es de calidad. Mientras que Daniel, emocionado, comenta que Maddie ha venido a cambiar sus vidas, desde cosas tan simples como la decoración del cuarto que le proveyeron en su departamento hasta la decisión consciente que como pareja han tomando: En un futuro próximo y mediano, no tener hijos (as). No porque no deseen hacerlo, la experiencia con Maddie, les ha enseñado que los (as) hijos (as) requieren de un puntual acompañamiento, dedicación y cuidados. Aunque su “niña” es un joven independiente, enfocada en su trabajo como voluntaria en una organización no gubernalmental, y de buena conducta, reconocen que con un menor las cosas serían diferentes.

Mi corazón no es condominio: Neftalí

Maddie regresa a Estados Unidos, con su familia biológica, la primera semana de Julio. Tanto ella como sus padres mexicanos saben que el momento de decir “adiós” se acerca. Las despedidas nunca son fáciles cuando se ha construido un fuerte vínculo emocional. Aunque saben que en la actualidad la distancia no es un problema, gracias a las nuevas tecnologías de comunicación y social media, reconocen que se extrañaran mutuamente. Para Maddie, desde ahora, tiene dos familias. Dos modelos de padres, a los que ama por igual. Mientras hablamos de la inminente despedida Maddie llora y sus padres emocionados observan. La escena me hace cuestionar: ¿Por qué insistimos en pensar que el vínculo entre padres e hijos es biológico? Es tarde Maddie era una hija hablando con amor de sus padres y  ellos, Neftalí y Daniel, unos padres orgullosos de ver que su niña es una mujer.

¿Piensan continuar en el programa que recibe a los jóvenes misioneros el próximo año? Pregunté a la pareja. La respuesta es un no. Neftalí señala: “No podría, mi corazón no es un condominio para recibir y ver partir a mis hijos”. Daniel comparte esa idea. Ellos saben que ahora su corazón pertenece a Maddie. Ella es su niña, su hija, a la cual verán partir pronto. No están dispuestos a encariñarse de nuevo y ver partir a alguien que se lleva consigo un pedazo de su vida, tiempo y amor.

La entrevista termina y me despido de esta familia. Me quedo con la promesa que Maddie le hace a sus padre mexicanos. El día de su boda, ellos estarán en primera fila. Las lagrimas que ahora derraman ante la inminente despida que se avecina, seguramente brotarán aquel día cuando se vuelvan a encontrar. Lo cierto es que sus vida ahora están entrelazadas. Ellos nunca olvidaran que tienen un hija y Maddie sabrá, siempre, que tiene un hogar en México, un hogar que la espera con los brazos abiertos. De eso se trata la familia.  
     

Thursday, June 8, 2017

"Families Aren't Born, They're Made"


Dear friends, 

     Greetings from my last month in Mexico City! Words are not sufficient to describe the mix of emotions tearing at my heart as I watch the calendar date of my departure grow closer and closer-excitement, panic, fear, exhaustion, joy, but overall, a deep bittersweet sadness-sadness knowing that this transformative experience is coming, as all good things do, to an end. They warned us that this year would be the fastest of our lives, and that has certainly been the truth.

    While navigating all these emotions, I try to focus on being as present as I can. On appreciating all the small moments that I will miss like crazy a few months from now-talking with the owner of the juice stand near my work, the way the late afternoon light hits the white and yellow walls in my neighborhood, the cries of the newspaper vendors walking down the street, talking with my friend Anabel as I eat my morning fruit when I arrive to the office, the sound of my host dads´laughter, even the wide variety of smells within the city.

    At times of closure, it is important while walking the line between nostalgia, sentimentality, and presence to take specific moments to reflect and tell people what they mean to you. I recently had an opportunity for a more formal conversation about this year, when my friend Carlos, who is a colleague of another YAGM volunteer, reached out to me about the possibility of talking with Nef, Danny, and myself about our experience of being a family this year. The resulting interview turned out to be one of my favorite moments from this year. But first, a little context.

   When I learned I was going to be living with Nef and Danny, I knew it was going to be a special experience. While some of the other volunteers in our group live with larger families in less urban contexts, I live with a very small family in one of the biggest cities in the world. And as someone who comes from a heterosexual family, I was curious about how the dynamic was going to be living with a gay couple, especially one so close in age to me. We knew very little about each other when we first met, and they had only received about two weeks notice that I was going to live with them. Upon meeting them, I was nervous and excited, hopeful about all the year would bring.




   Reflecting on that moment, almost 10 months later, I feel extremely jealous of that Maddie. Of all the time that stretches out before her, all the moments ahead of her. Because in that moment when Nef first saw me and gave me the bear-hug of my life, I could not have imagined all the joy and love that was awaiting me in this year. That today we would be the family we are.

   Because the truth is, I couldn't have asked for better host dads. Nef and Danny are kind, wise, warm, strong, loving, generous people who have never met a stranger, and have radically redefined my idea of hospitality. They are hard-working, and determined, and manage draining work schedules always with a positive attitude, knowing they are one step closer to achieving their dreams. They have welcomed me as their daughter, and have hugged me as I´ve cried, advised me as wrestle with discernment, made me laugh so hard that I have almost peed my pants, thrown me a surprise birthday party, iced my back when I pinched a nerve so bad I couldn't walk, and been pillars of support and joy. Seeing them is always the best part of my day, and I thank them for sharing their lives with me and welcoming me into their family. I am very proud of them, and proud to be their daughter. They are my heroes here in Mexico.





     Having the opportunity to formally reflect on a year together and all the everyday, holy moments we have shared is something I will always treasure, especially as this year winds up much faster than I would like. Below I have shared my translation of the interview, and I hope yall enjoy it as much as I enjoyed the experience. Goodbyes are never easy, and I know I will be a sobbing wreck when the day comes to say goodbye, especially goodbye to mis dos mas queridos. I ask for prayers for strength, and of thanksgiving, for all the love I have recieved this year, but especially for mis papás and the family they have given me.

Maddie and Her Two Dads: Families Aren´t Born, They Are Made

By Carlos Díaz

“Family is not defined by color, race, or nationality.” So Maddie describes her new nuclear family in Mexico. Her arrival to the lives of Neftalí and Daniel has redefined the concept of family for this couple, and has placed them in a situation in which their experience of fatherhood has left them with new ideas of what it means to live as life-long partners.
En Mexico, in accordance with the survey of the 2010 population census, conducted by Cecilia Rabell, of the Institution of Legal Research of the National Autonomous University of Mexico (UNAM), estimated that there are 229,777 homes made up of same-sex couples, 172,443 of which are considered “nuclear”, or families that have children.
The family of Maddie, Neftalí, and Daniel increases this number- however, shortly it will come to an end. Not because the ties of affection and commitment will be broken, but because “la niña”, as the couple calls Maddie, will return to her home in the United States.

Host Dads: “La niña” arrives to the house

Neftalí and Daniel had not anticipated becoming host parents, but they mutually accepted the opportunity with joy. The arrival of this new family member allowed them to experience another family dynamic, which first implied reorganizing their time, as both work a complicated work schedule. They also had to overcome barriers which differences of language, gender, and culture naturally bring.

Maddie, who is 23, arrived to Mexico as part of a program for young adults who work in global mission projects in various countries, which is sponsored by a protestant religious institution in the United States. The church that “Nef” and “Danny”-as Maddie calls them-belongs to a network of churches in Latin America that have ties with the program that their “host daughter” is a part of. As part of the experience of being immersed in a community and culture, the young missionaries are matched with a host family that gives them not only a physical space in which to live, but accompaniment, attention, and affection. Additionally, joining a family, in this case a Mexican family, allows them to expand their learning and experience, with respect to of the traditions, culture, and idiosyncrasies of their country. That is to say, it creates an immersion experience that is as authentic as possible.

“Being considered to receive a young adult, just like other families in the congregation, was, for us, an acknowledgment of our family by our religious community. That is to say, for them we weren´t just a couple, but a family that can accommodate, care for, and provide affection for a new member, in this case, a daughter”, Neftalí comments.


Living in two different family models

When I heard the story of Maddie and her two dads, it was inevitable to question how she thought of the concept of family from two angles, hetero- and homo-parental, what differences she recognized in both, and what it is like being a host daughter of a gay couple in a country where there still exists machismo, homophobia, and misogyny.  
Maddie, like any other child in the world, did not choose her Mexican family. Her arrival to the life of Neftalí and Daniel was fortuitous. During the placement process, carried out by the coordinator of the program, she and her fellow volunteers were notified of the opportunity to live with a gay couple. All were in agreement with the idea, but Maddie knew in that moment that she would be the host daughter of that family. And that´s exactly what happened.

When I asked Maddie how her parents felt about her living with a gay couple, her response is clear: “They didn´t have any problem with it.” To the contrary, her family, and her home congregation in the United States are part of the one of the most progressive congregations in the country, a church that ordains female ministers, and recognizes and accepts same-sex marriage, as well as trans-people.

Her family situation has also been well-received in Mexico. Fortunately, her community respects and accepts her new family model. Although it´s inevitable that when she says “Vivo con mis padres”, which generally means “I live with my parents”, but also can mean “I live with my dads”, she has to clarify that she lives with her two host dads, and not a host father and mother. This act can seem insignificant, but reflects the invisibility that still covers same-sex families, specifically families made up of two dads, that are culturally seen as incapable of caring and being responsible for raising a child.

“What differences do you see between your family in the United States and your family in Mexico?” I ask Maddie. She smiles, as do her host dads. In general terms, she responds that the most obvious difference is the absence of a mom. However, on an emotional level, she doesn´t see major differences between her two families. She clarifies her view of her Mexican dads isn´t based in a heteronormative context, which is to say, she doesn´t see one as “the mom” and the other as “the dad”. She sees in both of them characteristics of her biological family, for example, the more reserved nature of “Danny” and the more extroverted nature of “Nef”. On the other hand, the fact that Neftalí and Danny are young men reduces the generational divide and influences their dynamic.  In addition to having a father-daughter relationship, they are also friends. As a result of this dynamic, Nef and Danny do not oppose rules on their host daughter. Instead, they try and give advice and strategies for navigating the city.

Neftalí recognizes that he would like to give Maddie more time than his academic and work schedule allow him, but emphasis that the time that they spend together is quality. Meanwhile, Danny, teary-eyed, comments that Maddie has changed their lives, from things as simple as decorating her room in their apartment to the conscious decision that the couple has made: for the near future at least, to not have children. Not because they don’t want to, but because their experience with Maddie has shown them that children require consistent accompaniment, dedication, and care. Although their “daughter” is a well-behaved, independent young woman, focused on her work as a volunteer in a non-profit organization, they recognize that with a young child, things would be different.

“My Heart is not a Condominium”: Neftalí

Maddie returns to the US and to her family the first week of July. She and her Mexican dads know that the moment to say goodbye grows close. Goodbyes are never easy when such a strong emotional connection has been established. Although they know the distance isn´t an issue, thanks to technology and social media, they recognize that they will miss each other. Maddie from here on out has two families. Two models of parents, who she loves equally. While we talk, everyone gets emotional, and the scene makes me wonder: Why do we insist that the ties between children and parents are biological? This afternoon Maddie is a daughter speaking with love about her host dads, and Neftalí and Danny are host dads proud to see that their daughter is an independent young woman.

“Do you plan on receiving another young missionary this next year?” I ask the couple. The answer is no. Neftalí explains “I couldn´t do it-my heart is not a condominium to receive and watch my kids leave.” Danny agrees. They know that now their heart belongs to Maddie. She is their daughter, their kid, that they will soon see leave. They are not ready to grow close to someone again, only to watch them leave with a piece of their lives, time, and love.

The interview ends and I say goodbye to the family. I leave hearing a promise that Maddie makes to her Mexican dads: on her wedding day, they will be in the first row. The tears that flow with the imminent goodbye will surely flow again when they meet again. The truth is that know their lives are intertwined. They will never forget that they have a daughter, and Maddie will always have a home in Mexico, a home that will await her with open arms.     That´s what a family is made of. 
     

El Amor, en Cuatro Palabras

En Roma Norte 

Uno de mis aspectos favoritos de vivir una experiencia lingüística inmersiva es la oportunidad de aprender más sobre cómo las diferencias lingüísticas reflejan y se originan de las diferencias culturales. Aunque el español y el inglés son lenguas bastante parecidas en muchas maneras (usan el mismo el alfabeto, estructura gramatical bastante parecida, etc…), también hay muchas diferencias. Una de las diferencias más grandes que yo he notado, es que en español, hay maneras más matizadas de expresar ideas y conceptos que en inglés, con frases y terminología más específicas que las que existen en el inglés.

Una conversación frecuente que he tenido con Nef, Danny, amigos, colegas, y otros miembros de mi comunidad anfitriona se trata de la experiencia más universal de todas: el amor. En español, hay muchas maneras de hablar del amor, pero hay cuatro verbos principales: gustar, encantar, querer, y amar. Gustar, se usa más para hablar de objetos o actividades, y no tanto de personas: se traduce al verbo “like” en inglés; por ejemplo: “Me gusta tocar el piano”, se traduce a “I like to play the piano” en inglés. Encantar, se traduce a “enchant” en inglés, y se usa también como “like”, pero tiene un sentido más fuerte; por ejemplo: “Me encanta tocar el piano”. se traduciría a “I really, really, REALLY like playing the piano”. Querer, se traduce a “want” en inglés, pero en español, también se usa para decirle a alguien “I love you”.  Aquí es donde se nota una diferencia lingüística y cultural importante.

La otra manera de decir “I love you” en español es decir “Te amo”, del verbo amar. Cuando estudié en España, mis amigos me dijeron que “Te amo” solo es algo dicho entre parejas. En España, nunca dices “Te amo” a tus papás por ejemplo, pero acá en México, decir “Te amo” se puede usar afuera de un contexto romántico e implica una conexión más fuerte y profunda entre tu y otra persona.

            La otra forma de decir “I love you” en español es decir “Te quiero”, pero, “Te quiero” no se traduce exactamente a “I love you” en inglés. Para mi, lo más parecido en inglés sería algo como “I really, really care about you and have strong feelings of affection for you”.

Cuando la gente aquí me pregunta sobre mis aspectos favoritos de México, yo hablo sobre mi comunidad y la bienvenida que he recibido aquí. El estereotipo en México de estadounidenses es que somos parte de una cultura más reservada y menos demonstrativa. Hace tiempo, mi tío, que es británico, fue muy crítico de ese aspecto de la cultura estadounidense cuando empezó a salir con mi tía, después de poco tiempo saliendo con ella, le dijo “Jen, si me dices “I love chocolate” y después dices “I love you”, ¿cómo puedo saber que sientes algo diferente por mi que por el chocolate? Ustedes en los EEUU usan la palabra “love” demasiado.”

Por otro lado, muchas personas aquí están sorprendidas cuando digo que aunque usamos mucho la palabra “love” en EEUU cuando hablamos sobre una comida, banda o película que nos gusta, no tenemos el equivalente de “Te quiero”. También, decirle a alguien que no es tu pareja o parte de tu familia “I love you” puede ser un poquito incomodo. Cuando platiqué con Danny sobre la visita de mis tres compañeras de cuarto del año pasado, él estaba muy sorprendido de escuchar que no les había dicho “I love you” a tres de mis amigas más cercanas le dije; “Es que en EEUU, culturalmente es un poquito fuerte decirle a alguien “I love you”, si esa persona no sea tu pareja o alguien de tu familia”, a lo que Dani me contestó; Pues, si no les dices I love you  ¿cómo saben que tú las quieres?

    Todo lo anterior me hizo pensar en las formas en que he visto el amor expresado, dado y recibido durante mi año en México, incluso cuando las palabras “Te amo” o “Te quiero” no fueron dichas. Personalmente, pienso que, a pesar de cualquier contexto cultural, es importante reconocer y respetar como la gente prefiere ser amada y cuidada, algunas personas necesitan escuchar las palabras “Te amo”, otras prefieren que alguien les ayude con los quehaceres de la casa, yo crecí en una familia que valoraba mucho el afecto físico, una amiga de mi mamá nos dijo que somos como cachorritos cuando todos estamos juntos.  Aquí en México, no hay tanto espacio personal como en EEUU (y no solo en el metro durante la hora pico) y un saludo común entre mujeres o entre un hombre y una mujer es un besito en la mejilla derecha y un abrazo. Como alguien a quien le encanta el afecto físico, me acostumbré rápidamente a esta costumbre, pero otros estadounidenses aquí en México me han dicho que al principio les costó más trabajo. Pensando en el arco de este año y en el poco tiempo que me queda, ha sido muy bonito para mi pensar en todas las maneras que he recibido amor:

  • Cuando mis amigos Luis y Aymet condujeron 40 minutos extra para llevarme a mi casa
  • Cuando mis amigos Clem y Daniel sabían que me sentía sola y perdida.
  • me invitaron a ir a bailar con sus amigos al principio del año.
  • Cuando mi amiga Anabel me invitó a su taquería favorita en la ciudad, a pesar del tráfico y la lluvia
  • Cuando mi colega Noé se enteró que había estudiado piano e insistió que formaramos una banda.
  • Cuando la cocinera del CEE, Doña María, se preocupa cuando no pruebo todos los platillos del día.
  • Cuando Antonia, la esposa de mi pastor, me cuidó por un fin de semana, después de que yo había estado vomitando toda la noche.  
  • Cuando mi pastor, Miguel, me mantuvo informada del resultado del juego entre UNC y Oregón durante el torneo del NCAA, y me invitó a ver los finales (queridos Tar Heels, si eso no es el amor verdadero, no sé qué sea).

  • Cuando mis amigas Sonia y Noémi me invitaron a su casa en Tlaxco por un fin de semana y me hicieron sentir parte de su familia.
  • Como todos del CEE saludan a todos con un abrazo cuando llegan y como insisten en celebrar todos los cumpleaños de la oficina con pastel y gelatina.
  • El tiempo, el dinero, y la energía que mis compañeras de cuarto del año pasado gastaron en venir a visitarme por una semana.
  • El acompañamiento de mis amigos en los EEUU y otros países de YAGM, por mensajes de Facebook, Whatsapp, y pláticas por Skype.
  • El apoyo inquebrantable de mi familia que siempre me ha inspirado a seguir explorando, incluso cuando eso significa que voy a estar lejos de ellos.
  • El amor de mi novio, Garrett, que siempre me ha encorajado a cumplir mis sueños
  • Celebrando el cumpleaños de los gemelos con mis coordinadores.
  • Cuando los otros voluntarios de YAGM-México toman el tiempo para ver como estoy, en los momentos malos y los buenos.
  • El sentido de comunidad en mi iglesia aquí en México, La Iglesia Luterana del Buen Pastor y  los correos y mensajes de mis comunidades cristiana en Carolina del Norte.

Pude haber escrito una lista entera de las formas en que Nef y Danny me han amado y cuidado este tiempo, por poner algunos ejemplos:
  • Cuando Nef me dice que coma otra tostada, incluso cuando ya he comido seis
  • Cuando Nef baila un baile ridículo en el metro para hacerme sentir mejor cuando estoy triste
  • Cuando Nef me pide que me ponga un suéter porque “Hace frío”, aunque hace 25 grados
  • Cuando Danny me cepilla el cabello
  • Cuando Danny cocina las mejores enchiladas de mi vida porque él sabe que son mis favoritas
  • Cuando me dicen en nuestras pláticas nocturnas que todo va a estar bien,
  • Cuando pasamos el día juntos en los Dínamos, aunque Nef tuvo que estudiar para sus exámenes
  • Cuando corrigen mis errores gramaticales
  • Cada vez que me llaman su hija
  • La hospitalidad que han dado a mis visitas
  • Cuando me escuchan y apoyan mientras pienso en decisiones personales y profesionales



Y todos los abrazos, risas, bromas, comidas, viajes en metros, visitas a museos, cultos, lágrimas, quehaceres, y momentos (extra)ordinarios que hemos compartido durantes estos 9 meses. Si hay algo de lo que segura en este año, es de que Dios me estaba cuidando cuando Ella/Él nos hizo una familia.  

Durante nuestra orientación en Chicago en Agosto, el equipo de YAGM nos invitó a buscar “el divino en el diario”-la mano de Dios trabajando en momentos pequeños y cotidianos. Aunque estos momentos listados acá no sean muy notables o importantes a los ojos del mundo, son los hilos que forman el tejido de mi vida y experiencia aquí. Con el poco tiempo que me queda en México, podría ser demasiado fácil solo pensar en los próximos pasos. Sin embargo, yo sé que parte de mi llamada este año es tratar de estar presente en el momento, lo más que pueda, hasta que aborde el avión el 7 de Julio.